Giuseppe Verdi, en el transcurso de una entrevista concedida en 1899, dos años antes de su muerte, comentaba a propósito de Wagner: “le debo innumerables horas de maravillosa exaltación. El acto II de Tristán e Isolda está plagado de invenciones musicales, siendo una de las creaciones más sublimes del espíritu humano.” Con estas palabras, el viejo Verdi se desdecía de otros comentarios más despectivos sobre el Tristan, realizados muchos años antes, donde definía esta partitura como prácticamente infumable. Y rendía un particular homenaje a su gran “colega-antagonista”, cuya muerte en 1883 le había dejado solo para disfrutar del extraordinario triunfo que supusieron sus dos últimas y geniales creaciones: Otello de 1887 y Falstaff de 1893.
Tristán e Isolda es el drama musical más perfecto y logrado de Wagner, donde se entra de lleno en el reino de la “melodía infinita”. Partiendo del hermoso y patético preludio, formado por los seis primeros “leit-motive” de una obra que cuenta nada menos que con unos sesenta, Wagner construye un tejido orquestal abiertamente sinfónico y no sujeto a una forma determinada, plagado de osadías armónicas, en la que las voces humanas, concebidas como instrumentos de carácter solista de la orquesta, se limitan a realzar y a aclarar el significado de la textura musical, en el que se enlazan, contraponen, mezclan y sobresalen los motivos recurrentes antes citados, cuyos significados se ven, a su vez, sometidos a una metamorfosis que no permite etiquetarlos como meramente representativos de un solo personaje o sentimiento, cosa que no ocurre en otros dramas musicales wagnerianos. Tal es la variedad, riqueza y unidad logradas con estos temas que no importa la duración de la obra: más de cuatro horas, sin contar los intermedios, pues el desarrollo del binomio letra-música resulta en todo momento ajustado y equilibrado. Por tanto, la obra ni aburre ni cansa, lo que no siempre sucede con los demás dramas musicales wagnerianos. El acorde de Tristán, con el que se inicia la ópera, no solo representa la cumbre de toda la música romántica, sino que, además, constituye también el origen de la música del siglo XX, incluso de la “atonal”. Indudablemente, sus pocas notas resumen todo un mundo que desaparece y anuncian una nueva música que se proyecta hacia el futuro.
El retrato psicológico de los personajes de Tristan, como bien dice Ernest Newman, se genera desde dentro de ellos mismos, de ahí el sensible estatismo que preside las representaciones de este drama musical, en el que apenas hay acción escénica, constituyendo un escollo difícil de sortear para el aficionado tradicional. Sin embargo, podemos escuchar un entramado musical de cotas verdaderamente inalcanzables, orquestado con absoluta precisión y que transporta al oyente a momentos absolutamente sublimes, cuya influencia va a ser decisoria en cincuenta años de música posterior al estreno de Tristan und Isolde, acaecido el 10 de junio de 1865 en el Königliches Hof-und Nationaltheater de Munich.
El hecho de que la llamada “Segunda Escuela de Viena”, con Arnold Schönberg, Alban Berg y Anton Webern, se reconociera deudora de la armonía de Tristán ha contribuido a consolidar su prestigio moderno y, así, un compositor tan radical ideológicamente como Hanns Eisler, discípulo de Schönberg e intensamente asociado con el teatro de Bertolt Bercht, declarara “no poder sustraerse al encanto de Tristán”.
La génesis de una obra en el contexto de un amor idealizado.
Wagner completamente hastiado de su relación con Minna, su madura esposa, se enamoró platónicamente de la jovencísima Mathilde Wesendonck -la verdad, es que ella no le dio pie para más-, quien se convirtió en su musa. Mathilde era una mujer muy bella, amante de la artes y una excelente poetísa. Algunas de sus creaciones fueron musicadas por Wagner, y de esta simbiosis poético-musical surgieron los Wesendock-lieder, de los que el compositor extraería ideas musicales para su Tristan und Isolde.
La leyenda de Tristan e Iseo es muy antigua y heredada, casi con toda probabilidad, de ancestrales mitos arios. Su expansión se produjo en el siglo XII, con autores como Chrétien de Troyes, Béroul, Eilhart von Oberg, Thomas, Fray Roberto, el Tristano Ricardiano y el Tristano Corisiniano. La fuente directa que inspiró a Wagner para elaborar su propio texto fue la adptación que hiciera Godofredo de Estrasburgo, entre 1200 y 1220, de la obra de Thomas.
Wagner, con su poderosa capacidad de síntesis, redujo la acción a unos pocos personajes, pero consiguiendo conservar los elementos esenciales del mito: el origen trágico de Tristán, hijo póstumo, y que en el transcurso del alumbramiento muere su madre, unido al honor caballeresco y antiguo de este hombre valiente y prestigioso enfrentado a la pasión irrefrenable que siente por Isolda, una mujer de mentalidad más moderna que la de Tristán, quien mata a Morold -prometido de Isolda- en el transcurso de la guerra entre Irlanda y Cornualles, unido a ese filtro amoroso que propicia la relación amorosa de Tristán e Isolda. Con todos estos elementos, Wagner escribió esta obra profundamente innovadora en el plano musical, incluso, también en el literario y dramático.
Imponente es ese acto III conclusivo y dominado casi de principio a fin por la presencia protagónica y sobrecogedora de Tristán, quien al son de esa bella melodía pastoril que le recuerda la muerte de su madre, se pregunta: ¿para qué destino fui elegido, para cuál, entonces, he nacido?
Música y vocalidad
Sería ocioso reiterar las bondades sinfónicas -de altísimas cotas sinfónicas- de esta extraordinaria partitura, servida por una amplia orquesta, de las dimensiones requeridas por los grandes sinfonistas del siglo XIX.
La partitura se caracteriza por su fuerte cromatismo en contraste con el diatonismo predominante en la música de la época. Este lenguaje musical wagneriano, muestra con verdadera intensidad el deseo, la pasión, el dolor, la angustia, la impaciencia, el amor pleno de voluptuosidad o los perfumes de la noche, el estado febril producido por una herida e, incluso, la música nos transmite sensaciones tales como el latir acelerado del corazón. El cromatismo se adueña también de la estructura temática y esos motivos conductores tan abundantes, claros y diáfanos, bien diferenciados, de gran armonía estable y relativamente fáciles de identificar en sus recurrentes reapariciones. Los sesenta motivos que integran el Tristán -a diferencia de los expuestos en El anillo del Nibelungo– son menos precisos y se entrelazan difuminados, intercambiables y no claramente relacionables con personas u objetos. La música de Tristán posee el mismo aliento que determinó su composición, con ese fluir constante hacia la armonía final de los sonidos a través de múltiples y muy ricas variaciones del color, del timbre y de la intensidad. La música del Tristán influirá en músicos como Gustav Mahler, Richard Strauss, Arnold Schönberg y Alban Berg.
En ese fascinante y gigantesco entramado musical que constituye el Tristán, y donde las voces se integran e interconectan con la música que emana la orquesta, cabrían destacar momentos como ese largo y patético preludio -ya comentado más arriba- o el arranque del acto III, donde se introduce esa canción pastoril para que, en ambos casos, la orquesta nos deleite con una música de impactante belleza y gran aliento sinfónico.
Brangania es un rol sin excesivas complicaciones. Requiere una mezzo que se mueva bien entre el Do3 y el La4. Su mayor momento de lucimiento lo constituye el largo dúo con Isolda del arranque del acto II, “Hörst du sie noch?”.
Finalmente, el cuarto personaje importante, el escudero Kurwenal, está escrito para un barítono con una extensión entre el La1 y el Sol3, con frecuentes incursiones en el Fa3. El personaje debe ser dramáticamente versátil para expresar rudeza en el acto I y profunda abnegación en el acto III, en ese largo dúo “Der Ernst ich trozt… Noch ist kein Schiff zu sehn”.
En fin, una obra impresionante desde el punto de vista musical, y con un gran compromiso vocal y dramático para los cantantes.
Algunas grabaciones
Tristan und Isolde es de todas las obras compuestas por Wagner la que cuenta con mayor número de grabaciones, más de cuarenta, a las que se unen en los últimos veinte años una serie de tomas videográficas remasterizadas en DVD.
Comenzamos con una toma en directo en el londinense Covent Garden dirigida en 1937 por Sir Thomas Beecham, donde podemos encontrar a la pareja ideal formada por el Tristán de Laurith Melchior, y la Isolda de Kirsten Flagstad, a las que se unen el magnífico Kurwenal del barítono Herbert Janssen y la Brangäne de la espléndida Margarete Klose. Como curiosidad, esta función londinense fue tomada en junio de 1937 con ocasión de la coronación del rey Jorge IV. Dando un salto en el tiempo, nos encontramos con otras dos tomas en directo de 1952 y 1953, realizadas en el renacido Festival de Bayreuth, en ambos casos con otro Tristán de gran nervadura dramática, el chileno Ramón Vinay, cuyas posibles pegas vocales son: carencia del necesario brillo y de “squillo” y unos agudos forzados -de hecho, Vinay procedía de la cuerda baritonal- pero, que sin embargo, su extraordinaria capacidad teatral para matizar su personaje compensaba con creces sus carencias vocales. La grabación de 1952 está magníficamente dirigida por Herbert von Karajan, en su única incursión en Bayreuth, la Isolda es Martha Mödl, y el mejor Kuwernal de todos los tiempos el bajo-barítono Hans Hotter. En 1953 la dirección corrió a cargo de Eugen Jochum e Isolda era la gran soprano sueca Astrid Varnay. En 1951 también es preciso señalar otra grabación en directo procedente del Teatro alla Scala, con dirección de otra extraordinaria batuta, Victor de Sabata, director musical de ese teatro y que contó con la participación como Tristán de otra legendaria voz wagneriana, Max Lorenz, junto con la excelente Isolda de Gertrud Grob-Prandl. Ya en 1939 De Sabata había dirigido a un pletórico Max Lorenz de bellísima voz, junto a otra magnífica Isolda, la soprano francesa Germaine Lubin, ahora idolatrada por la crítica francesa, pero vilmente vejada, rapándole la cabeza en 1945, después de la liberación, acusada de flagrante connivencia con los alemanes. Otras, como Elisabeth Schwarzkopf, tuvieron mucha más suerte…
De 1952 es la mejor grabación de Tristan und Isolde de la historia, con dirección de Wilhelm Furtwängler, no superada posteriormente, y que será ampliamente comentada más abajo. Después aparecen las grabaciones en directo y estudio de otra pareja legendaria: la Isolda de Birgit Nilsson y el Tristán de Wolfgang Windgassen, quienes durante una decena de años pasearon juntos esta ópera por todo el mundo, cosechando grandes éxitos, con una trayectoria nunca superada o igualada en años posteriores. Dedicaré más abajo un amplio comentario a las grabaciones del tanden Nilsson-Windgassen, junto a otra grabación más reciente, tomada en vídeo y remasterizada en DVD, dirigida por Daniel Barenboim en el Festival de Bayreuth de 1995, con, quizás, los últimos importantes Tristán e Isolda de la historia: Siegfried Jerusalem y Waltraud Meier, cuya creación de Isolda pudimos contemplar hace unos años en el Teatro Real de Madrid, junto al notable Tristán del tenor norteamericano Robert Dean Smith, a quien entrevisté para nuestra revista en el transcurso de aquellas representaciones, y que volverá al Teatro Real de Madrid para cantar este rol en las funciones previstas para enero-febrero de 2014, junto a la Isolda de Violeta Urmana.
Wilhelm Furtwängler. Kirsten Flagstad, Ludwig Suthaus, Blanche Thebom, Dietrich Fischer-Dieskau, Josep Greindl. Coro del Covent Garden. Orquesta Philarmonia NAXOS 4CD 8.110321-24.
Wofgang Sawallisch. Birgit Nilsson, Wolfgang Windgassen, Grace Hoffman, Erik Saedeén, Josef Greindl. Coro y Orquesta del Festival de Bayreuth. MYTO 4 CD 00186.
Si en los años 30 y 40 del pasado siglo, el Tristan und Isolde fue interpretado por una pareja de extraordinarios cantantes wagnerianos, Kirten Flagstad y Laurith Melchior. En los años 50 se formó otra pareja irrepetible constituida por Birgit Nilsson y Wolfgang Windgassen. Ello tuvo lugar en una nueva producción del Tristán en 1957, del siempre inquieto e innovador Wieland Wagner (nieto del compositor) y artífice máximo del nuevo Bayreuth surgido después de la Segunda Guerra Mundial. Tanto Brigit Nilsson como Wolfgang Windgassen, habían demostrado sus grandes cualidades como cantantes wagnerianos a partir de 1951. A ambos se les encomendó, en aquella nueva producción de 1957, afrontar los roles de Tristán e Isolda, con resultados tan extraordinarios que durante una década pasearon por todo el mundo sus creaciones. Ella, con una voz diamantina y portentosa en todos los registros. Él, con una voz menos poderosa que otros cantantes wagnerianos del pasado, pero capaz de meterse de lleno en los personajes que interpretaba -Tristán es el ejemplo más paradignático-, con una capacidad de matización para expresar la psicología de sus personajes, alternando según demandase la partitura, lirísmo, introspección, susurrantes medias voces, con otros momentos de gran expansión heroíca y dramática: “Windgassen no interpretaba a Tristán, era Tristán”. Los grandes dúos con Birgit Nilsson son una verdadera gozada canora, por la perfecta compenetración de ambos. Ya en el acto III, se puede escuchar, y sobre todo dramática, del gran Windgassen -a quien dedicaré un amplio estudio-homenaje el proximo mes de junio con ocasión del centenario de su nacimiento- también comentar esa escena-dúo, verdaderamente lacerante que supone el reencuentro de ambos platónicos amantes, y donde Windgassen y Nilsson están verdaderamente sublimes. Grace Hoffman compone una excelente Brangäne, así como Erik Saedén un notable Kurwenal. Magnífica interpretación de Josef Greindl como Rey Marke. Un joven Wolfgang Sawallisch realiza su más importante incursión wagneriana, dirigiendo con pulso poderoso este monumento musical, atento a los más mínimos matices orquestales. Cabe comentar que esta grabación fue tomada el 21 de agosto de 1958, es decir, un año después del estreno de esta nueva producción acaecida, como ya se ha comentado, el año anterior. Precisamente el cuarto CD de esta edición del sello MYTO, contiene una selección de la función de 1957 y junto a Nilsson, Windgassen y Hoffman, podemos escuchar el extraordinario Kurwenal de Hans Hotter. En 1966 DEUTSCHE GRAMMOPHON realizó una magnífica grabación en estudio, esta vez con la experta y cuidada dirección de Karl Böhm, y la presencia, de nuevo, de una Nilsson pletórica y aún mejor conocedora del personaje, junto a un Windgassen, ya no en su mejor momento vocal, pero con una impresionante capacidad dramática para bucear en la psicología de Tristán. Esta grabación se convierte también en imprescindible, por la excelente, en todos los aspectos, Brangäne de la gran Christa Ludwig. Y, también, por las magníficas creaciones de Martti Talvela y Eberhard Wächter, respectivamente Rey Marke y Kurwenal. Por último, comentar el gran cariño y admiración que Nilsson tenía por Windgassen al hacer este comentario: “un hombre notable, desbordante de conocimientos, un colega maravilloso aunque solo fuera por su sentido práctico y sensibilidad”. Wolfgang Windgassen falleció subitamente en 1974, con solo 60 años; fue el último tenor wagneriano a la altura musical y dramática exigida por el autor de Tristan und Isolde.
Daniel Barenboim. Waltraud Maier, Siegfried Jerusalem, Uta Priew, Falk Struckmann, Mattias Hölle. Coro y Orquesta del Festival de Bayreuth. DEUTSCHE GRAMMOPHON 2 DVD 00440 073 4439.