La posibilidad —o, mejor dicho, la necesidad— de continuar a distancia con nuestras clases apareció de repente para la mayoría de los profesores y de los estudiantes hace un tiempo. No está de más valorar aquella experiencia y sacar algunas conclusiones de cara al futuro.
Por Juan Mari Ruiz
Aunque parezca que ya ha pasado una eternidad, solo hace tres años que, más o menos por estas fechas, estábamos confinados en nuestras casas y desde ahí intentábamos mantener nuestra actividad profesional o como estudiantes de la mejor manera posible dentro de una situación completamente anormal e inesperada. Prácticamente de un día para otro nos vimos obligados a hacer inventario del material que teníamos a nuestra disposición y a partir de él diseñar un sistema de enseñanza completamente nuevo para la mayoría.
Un primer vistazo a los gráficos que acompañan estas palabras nos indica que una inmensa mayoría de los estudiantes —un 79 %— y de los profesores —un 83,9 %— nunca habían dado clase online hasta ese momento, y que un 90 % de aquellos y un 93,7 % de los segundos pasaron a hacerlo dadas las circunstancias creadas por la pandemia. Tras el confinamiento, un 77 % de los estudiantes ha continuado con la docencia a distancia en mayor o menor medida, y también un 76 % de los profesores, lo que parece mostrar un cambio de perspectiva sobre todo si tenemos en cuenta que los porcentajes entre los que antes nunca habían utilizado la docencia online y los que sí lo habían hecho prácticamente se han invertido con respecto a la actualidad.
Al margen de los efectos de la pandemia sobre la enseñanza musical, un 70,9 % de los estudiantes afirma utilizar habitualmente las nuevas tecnologías —que poco a poco ya van siendo no tan nuevas— en el contexto de sus estudios mediante vídeos, blogs, páginas web y otros formatos y un 23,1 % se limita a hacerlo de forma ocasional. Al parecer, solamente el 6 % no las utiliza nunca.
Antes de mostrar las valoraciones que se hacen sobre la enseñanza musical online debemos mencionar que, según la encuesta, un 56,7 % de los docentes no ha recibido nunca formación específica sobre el tema, mientras que un 43,4 % sí ha podido disponer de ella. Este es un dato importante, que influye mucho en la opinión que estos profesores tienen sobre su experiencia, porque los primeros la califican con una media de 2,61 5 y los segundos con un 3,32.
Otro aspecto importante a valorar es la disponibilidad del material necesario. En este sentido, prácticamente todos los estudiantes disponen del mismo, si bien un 11,6 % no puede hacer uso durante todo el tiempo o le falta una parte, mientras que el 19 % de los profesores no tiene en su centro el material técnico que necesitaría, un 39,4 % solamente una parte o no durante todo el tiempo y únicamente un 41,6 % dispone de todo el material. Se preguntó al colectivo de los profesores si disponían del material en su centro y no si lo tenían de su propiedad porque se entendía que era el centro el que debería asegurar las herramientas de trabajo de sus empleados.
Se debe reconocer que la opinión general sobre este tema no parece ser muy entusiasta —al menos en el momento de realización de la encuesta, en abril de 2022— porque el conjunto de los profesores califica la enseñanza online con un 2,84 sobre 5, mientras que los estudiantes lo hacen con un 2,58. No existe una gran variabilidad entre los distintos grupos en que podemos dividir esos resultados, pero puede resultar interesante compararlos entre sí.
Por ejemplo, si atendemos al formato de las clases según sean en directo o mediante el intercambio de vídeos entre el profesor y el estudiante, los alumnos califican las grabaciones con un 2,58 y los profesores con un 2,57, mientras que las clases en directo reciben un 2,81 de los estudiantes y un 2,92 de los docentes.
Si dividimos los resultados según el nivel de los alumnos, los de Grado Elemental le otorgan a la enseñanza online un 2,95, los de Profesional un 2,86 y los de Superior un 2,64. Es entre los estudiantes de máster donde recibe una calificación más alta con un 3,16.
Haciendo la misma división entre los profesores, nos encontramos con que los de Elemental la califican con un 2,83, los de Profesional con un 2,76 y los de Superior con un 3,04. Un dato curioso es que los profesores de Universidad que, aun siendo pocos en el total de la encuesta, son los que muestran una mejor valoración con una media de 3,78.
En cuanto a las especialidades, los profesores de instrumento califican su experiencia con un 2,82, los de asignaturas no instrumentales con un 3,01 y los que simultanean ambos tipos con un 2,76. A primera vista podría parecer que resultaría más sencillo organizar e impartir una clase individual como es la de instrumento que una grupal, pero factores como la calidad del audio son determinantes a la hora de valorar la docencia online.
Por último, cabría esperar una gran diferencia entre los distintos grupos de edad de los profesores, pero esta no se da de forma significativa. Los profesores de entre 20 y 29 años valoran sus experiencias con un 2,83, los de entre 30 y 39 con un 2,72, los de entre 40 y 49 con un 2,94 y los de 50 años o más con un 2,79.
Los comentarios que dejaron los encuestados nos orientan acerca de qué es lo que más influye en la percepción que tienen sobre la enseñanza online, siendo lo principal «la calidad del sonido de la cámara o del micro. Es un hándicap», como indica un profesor de un conservatorio profesional. Otro profesor indica que «la enseñanza online sirvió para mantener el ritmo de trabajo de nuestros alumnos, pero a pesar del gran esfuerzo que supuso para el profesorado el resultado a largo plazo es malo: los alumnos perdieron calidad de sonido e interpretativa, además de que solo sirve para el trabajo musical individual». Aunque, como hemos visto, podría objetarse que la opinión general de los profesores de asignaturas no instrumentales es ligeramente mejor que la de los de instrumento.
Aunque también podrían tenerse en cuenta algunas opiniones que afirman que «los planes de educación cambian, los alumnos cambian, pero en la práctica se siguen haciendo las cosas igual […]», sobre todo teniendo en cuenta el uso que los alumnos hacen de las nuevas tecnologías en su proceso de aprendizaje —recordemos que un 70,9 % de los estudiantes afirma utilizarlas habitualmente en este contexto—, u otras que dicen que «la enseñanza online es complementaria. Creo que los que nos dedicamos a la enseñanza musical debemos preservar la suerte de participar en un contexto de enseñanza eminentemente dialéctico y social. Este es un aspecto al que no debemos renunciar, lo que no significa que no debamos aprovechar el potencial de los recursos tecnológicos».
Algunos profesores inciden en los planes de formación que se ofrecen, afirmando que «los profesores deberíamos poder realizar más cursos de formación específicos para nuestras necesidades y bien seleccionados» y que «es importante formarse en pedagogía innovadora ya que la sociedad ha cambiado». Probablemente se refieran a aspectos distintos del que nos ocupa en este artículo, pero, a la vista de la distinta valoración que ofrecen quienes han tenido acceso a formación en nuevas tecnologías y quienes no lo han tenido, probablemente sea un asunto a tener en cuenta.
En cuanto a los estudiantes, alguno afirma que «no me encaja la enseñanza online para mis clases de instrumento» o que «los dos años de pandemia han sido nefastos para nuestra formación por las clases online en iniciación […]», aunque también hay quien dice que «hay asignaturas en las que se puede perfectamente alternar la clase presencial con la online. Siempre estamos en continuo estudio y practica y así tendríamos una mayor comodidad […]. Ganaríamos en salud porque no sería todo tan estresante para llegar a tiempo». En este caso, se trata de un alumno de conservatorio superior, al igual que otro que afirma que «mi experiencia negativa con las clases online no se debe al hecho de estar dando clases de esta manera en lugar de presenciales, sino a la mala organización por parte del profesorado y a la mala gestión del temario con respecto a esta forma de enseñar». También parece referirse más a la organización de las clases durante la pandemia que al hecho en sí de que fueran a distancia este comentario: «las clases online solo las recibí por parte del profesor de instrumento. Las asignaturas de Lenguaje Musical y Coro suspendieron las clases y no dieron opción de dar online».
Por último, un caso diferente parece ser el de un estudiante de una especialidad no instrumental en la universidad que afirma que «no podría ni estudiar ni trabajar si no fuera gracias a internet. No es que sea un accesorio o complemento: para mí es vital».
La causada por la pandemia fue una situación excepcional, que confiamos en que no se repita jamás, pero una vez superada no son pocas las instituciones que han dado continuidad a la docencia online o que desde entonces utilizan vídeos para sus pruebas de acceso, por ejemplo. También se ha mostrado como una buena manera de que los estudiantes puedan conocer a otros profesores sin la necesidad de viajar. Es un recurso más que ha llegado para quedarse, que no puede sustituir al contacto personal, pero al que se puede sacar buen partido si se sabe cómo utilizarlo.
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