Los conservatorios profesionales constituyen el paso intermedio entre las enseñanzas elementales y la formación de nivel universitario que ofrecen los conservatorios superiores. En esa encrucijada se ven obligados a atender las aspiraciones de alumnado de muy diverso tipo.
Por Juan Mari Ruiz
España cuenta en la actualidad con casi trescientos conservatorios profesionales oficiales en los que, a pesar del nombre del centro, no todos sus alumnos tienen la intención ni la posibilidad de hacer de la música su profesión. En la encuesta de abril de 2022 preguntamos al respecto tanto a estudiantes como a profesores y, como vemos en el gráfico, es prácticamente idéntico el porcentaje de alumnos que manifiestan su intención inicial de dedicarse a la música y el de los que solamente desean ampliar su ámbito de conocimiento.
Es un dato que se repite en lo que respecta a la opinión de los profesores sobre el tema, pero, sin embargo, la estadística difiere entre estos dos grupos si lo que preguntamos a los alumnos es si en la actualidad están pensando en continuar en Grado Superior y a los profesores las posibilidades que ven de que sus alumnos puedan hacerlo.
En general, la valoración de los conservatorios profesionales es buena y los centros parecen cumplir con las expectativas de su alumnado, con un 44,7 % de alumnos que afirma que el centro era lo que esperaba y un 29,1 % que dice que además ha superado sus expectativas. Por otro lado, un 41,5 % de profesores piensa que sus alumnos están recibiendo la atención que esperaban, un 39,9 % afirma no estar seguro de ello y únicamente un 18,6 % afirma que el centro está por debajo de las aspiraciones de su alumnado. La calificación media que los estudiantes otorgan a su centro es de 3,89 sobre 5 y los profesores de 3,58. Esta calificación desciende si se pregunta específicamente sobre el plan de estudios, con un 3,63 entre los estudiantes y un ajustado 3,09 entre los profesores —recordemos que en esta escala el aprobado se sitúa en el 3—.
Al ser preguntados por el nivel de estudio personal en cuanto a tiempo y calidad, un 38,1 % de los estudiantes y un 47,4 % de los profesores lo consideran como suficiente, mientras que un 52,4 % de los alumnos lo considera bueno o muy bueno y solamente un 8,6 % lo califica de bastante o muy insuficiente, impresión que se invierte con el respectivo 16,2 % y el 36,6 % de los profesores.
Ante la posibilidad de que quizá muchos de los estudiantes no tuvieran pensado llegar a ser algún día profesionales de la música se preguntó sobre la posibilidad de transformar el itinerario reglado del conservatorio en uno más libre, aunque este no ofreciera la posibilidad de obtener una titulación oficial. Solamente un 18,1 % de los estudiantes y un 9,9 % de los profesores piensan que las expectativas del alumnado estarían mejor atendidas en ese tipo de plan de estudios, mientras que un 41,9 % de los estudiantes no está seguro de ello y un 36,8 % de los profesores afirma que su alumnado se repartiría a partes iguales entre las dos opciones.
Claramente, la opción mayoritaria es continuar con la enseñanza reglada, con un 40 % de los estudiantes y un 53,4 % de los profesores, a pesar de que parece contradecir el hecho de que apenas un tercio de los profesores opina que sus alumnos van a cursar un Grado Superior.
En lo que respecta al futuro de los centros, se preguntó a los profesores si, según su impresión y los datos de que disponen, el suyo ha ido ganando o perdiendo alumnado en los últimos años y cuáles eran, a su juicio, los principales retos a los que deben hacer frente. De los 100 profesores que contestaron a esta pregunta 49 opinaban que el número de alumnos se ha mantenido estable en su conservatorio, 36 que ha perdido alumnado y 15 que lo ha ganado.
Entre los retos a los que los conservatorios profesionales deben hacer frente, los más repetidos en los comentarios son los referidos a los cambios culturales, de estudio y de valoración del esfuerzo en la sociedad, y la cantidad de actividades de todo tipo que están al alcance de los alumnos. Varios encuestados afirman que ‘[…] La disciplina en el estudio es una de las cosas que más están disminuyendo por el deseo de obtener resultados inmediatos’ o que ‘[…] Los alumnos sienten mayor afinidad por actividades de gratificación más inmediata y con mayores perspectivas laborales. […] Los alumnos sienten una absoluta desconexión entre la música que hacen en el centro y la que realmente les interesa […]’.
Otro asunto importante que se repite en los comentarios es el saber ajustar el nivel de exigencia de los conservatorios y la dificultad que entraña el compaginar estos estudios con otros, en la mayoría de los casos de Secundaria y Bachillerato —aunque un cierto número de alumnos se encuentren ya estudiando una carrera universitaria a la vez que en el conservatorio—. Algún profesor afirma que el problema es ‘la carga lectiva en los últimos cursos [y que] se debería dar facilidades para la matriculación parcial o de materias sueltas y no reduciendo conocimientos […]’, y otro piensa que ‘el currículo tiene demasiadas asignaturas teóricas que podrían posponerse para edades más maduras y que actualmente no dejan tiempo suficiente para el estudio del instrumento’. En cuanto al nivel de exigencia, alguno opina que ‘se debería buscar la calidad y valorar más a los alumnos excepcionales, no dar notas extraordinarias a los alumnos que no lo merecen. No puede haber tantos sobresalientes inmerecidos. Es un engaño para los alumnos’, pero también hay quien lo expresa de manera aún más radical y pide ‘no tirar el nivel de exigencia al suelo’. Una opinión complementaria a esta es que ‘retener [al alumnado] a base de notas infladas y bajar el nivel no resulta una opción’.
Una manera de aligerar la carga lectiva es el sistema vigente de convalidaciones, mediante el cual un 73,3 % de los alumnos de Grado Profesional afirma haber convalidado alguna asignatura del instituto por otra del conservatorio, y otros encuestados proponen una mayor flexibilidad horaria y en la matriculación. Por otra parte, varios profesores de una misma comunidad autónoma piden la creación en la misma de un Grado Elemental reglado que sirviera de base y que preparase desde el principio a los alumnos para su acceso al conservatorio profesional según unos criterios de calidad fiables.
Son retos difíciles de afrontar dadas las características de nuestra actividad, que no facilita ‘seguir atrayendo alumnos en una época en la que parece muy complicado esforzarse con constancia por algo cuya compensación es a largo plazo’ pero, probablemente, una parte importante de la solución pasa porque ‘el alumnado y sus familias comprendan lo que supone la enseñanza reglada en el conservatorio’.
En cuanto a las posibles soluciones que los centros implementan para hacer frente a estos retos y para captar nuevo alumnado, las más repetidas son conciertos, seminarios, intercambios, cursos, jornadas de puertas abiertas y semanas culturales, junto con encuentros con las escuelas de música, simulacros de pruebas de acceso y muestras de instrumentos tanto en el centro como fuera de él.
Por su parte, algunos profesores proponen realizar ‘actividades que conecten a los alumnos con el panorama musical actual’ e ‘iniciar proyectos con centros de otros niveles educativos y con instituciones sociales y culturales’, y otros optan por ofertar un número mayor de plazas, sobre todo en determinados instrumentos. Por otra parte, algunos proponen aumentar los contactos con las agrupaciones de su región y abrir el centro a otras especialidades, como las de música moderna. Otra propuesta, que también ha aparecido en otros artículos de esta sección, es conceder una ‘mayor libertad en la realización del profesorado como concertistas’ y que ‘[…] los profesores toquen delante de los alumnos para que vean que seguimos en activo y ser, en cierto modo, modelos a seguir’.
Merece la pena mencionar un fragmento del extenso comentario que dejó una profesora, en el que describe su ambiciosa propuesta: ‘mi solución ideal sería llevar los rudimentos de nuestra enseñanza a todos los niños en los colegios. Es decir, que todos cursen estudios de Grado Elemental de algún instrumento dentro de la enseñanza obligatoria, impartidos por profesores del cuerpo de Música y AAEE, que a partir de ahí se haga una criba de los alumnos que realmente tienen interés y capacidad, y solo esos pocos continúen la formación especializada en el conservatorio profesional de música. Parece una solución muy cara, pero habría que compararla con el despilfarro actual que llena los conservatorios de alumnos sin ningún interés y poco talento a los que estamos dedicando tantos recursos materiales y humanos para que puedan sobrevivir como centros útiles. También me preocupan los alumnos talentosos asfixiados por el doble rendimiento por la mañana en el instituto, por la tarde en el conservatorio […]’.
Aunque esta propuesta pueda ser tomada simplemente como parte de una tormenta de ideas, incide de lleno en el controvertido tema de cuál debe ser la función de los centros de enseñanza musical y abre la puerta a sugerir nuevos modelos curriculares y organizativos que permitan atender al alumnado según sus deseos y aptitudes y que al mismo tiempo garanticen la viabilidad de aquellos, incluyendo la de especialidades instrumentales no siempre presentes en las etapas iniciales.
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