No deja de sorprender que contra la archipopular danza de origen español conocida como zarabanda (Sarabanda en el repertorio musical italiano, Sarabande en el francés) dictara orden de prohibición la Santa Inquisición en las postrimerías del dorado siglo de Cervantes, quien, dicho sea de paso, en El celoso extremeño califica de ‘endemoniado son’ al propio de Pésame de ello, hermana Juana, zarabanda que, al ser escuchada, ‘no quedó vieja por bailar, ni moza que no se hiciese pedazos, todo a la sorda y con silencio extraño, poniendo centinelas y espías que avisasen si el viejo despertaba’. Covarrubias en el Diccionario define la Çarabanda como ‘bayle bien conocido en estos tiempos [por] alegre y lascivo, porque se haze con meneos del cuerpo descompuestos’; y De Mariana, en el Tratado contra los juegos públicos, como baile ‘tan feo en los meneos, que basta para pegar fuego aun a las personas muy honestas’. Contravenir la prohibición conllevaba castigo de 200 azotes y envío a galeras por seis años para los hombres y destierro del reino para las mujeres.
En este, su segundo registro discográfico, el clavecinista Ángel Villagrasa aúna conocimiento musicológico y calidad interpretativa. Explora el repertorio de clave del último Barroco en busca de obras que, sin ser todas nominalmente zarabandas, comparten con esta la estructura rítmica (compás ternario con acento en el segundo tiempo), para contraponerlas con ejemplos variados de la danza en boga ese momento, el minueto (de ritmo también ternario, pero acentuado en el primer tiempo). Elige así 29 piezas de autores conocidos como Bach, Scarlatti, Daquin, Petzold y, sobre todo, Haendel (al sajón pertenece el grueso del programa, 19 piezas) y otros menos conocidos, como Carlos Seixas y Manuel Espona. Interpreta en un clave franco-flamenco de doble manual y tres registros, de delicado y seductor sonido, factura de Marc Ducornet (París, 2003), afinado en hasta tres temperamentos distintos y, aprovechando, para la grabación, la excelente acústica de la Ermita de Sant Joan de Sanata (Llinars del Vallès). El resultado es un trabajo exquisito que encarezco vivamente escuchar.







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