Marian Rosa Montagut es la fundadora y directora de Harmonia del Parnàs, un ensemble centrado en el repertorio español anterior a 1800 que aborda sus proyectos con criterios históricamente documentados, respetando las particularidades estéticas y teóricas de cada lugar y período concretos. Embarcados ahora en proyectos escénicos, continúan rescatando joyas musicales que relacionan distintas disciplinas artísticas.
Por Susana Castro
A lo largo de estos más de veinte años de trayectoria, Harmonia del Parnàs ha vivido una gran evolución. ¿Cuál fue la chispa original?
Antes de comenzar con Harmonia del Parnàs yo formaba parte de otros grupos con los que abordábamos repertorio europeo. Yo ya estaba en un proceso musicológico y cuando me ponía frente a los materiales me daba cuenta de que quería que sonaran de determinada manera. Cuando te metes a estudiar en un archivo acabas perteneciendo a la propia capilla de música, entendiendo sus problemas. No quería sacar esas partituras y editarlas para que alguien las interpretara, quería interpretarlas yo. Ese fue el origen del grupo, ya que para mí no era suficiente coger una edición que hubiera hecho otro musicólogo.
Al principio los programas eran estáticos a nivel escénico, pero ahora vuestras producciones son cada vez más complejas. ¿De dónde surge este interés?
Las necesidades de un músico se van alimentando de las vivencias, de tocar con otros grupos, de ir conociendo distintos tipos de repertorios, instrumentos, etc. Aunque hago música antigua, vengo del piano, y es un campo que no ha dejado de interesarme, pero tuve una lesión de muñeca que me afectó mucho. Llegó un momento en el que Harmonia del Parnàs ya funcionaba solo y tuve la necesidad de hacer algo más creativo. A veces la vida te pone delante proyectos sin que tú los hayas decidido, y una monja coreana de un convento de Toledo se puso en contacto conmigo con motivo de la visita a España de unos músicos coreanos y el compositor Geonyong Lee. Querían que montásemos un programa de música contemporánea y tradicional coreana con danza. Armamos un programa que también incluía música de Delfín Colomé, que había sido embajador de España en Corea del Sur, e hicimos una gira. A partir de ahí se me despertaron las ganas de jugar más, de no ser tan científica, de tener un espacio para la creatividad. Aunque esto surgió de casualidad, a partir de ahí comencé con una idea propia llamada ‘De mujer a mujer’, con danza contemporánea, que empezaba con clave y terminaba con piano, incluyendo recitado de textos. Con este grupo, Eidos Ensemble, hicimos varios repertorios, entre ellos ‘Canción olvidada’, un encargo del Palau de la Música de València para adolescentes que funcionó de maravilla.
Quería llevar todo esto al campo de Harmonia del Parnàs porque me daba cuenta de que ser respetuosa con las fuentes y no querer salirte del guion a veces es lo más antirespetuoso. Cuando coges una fuente musical queda claro que en esa época había una serie de condicionantes que no tenemos en cuenta queriendo ser demasiado puristas. Hablamos de música antigua con criterios históricos, pero los conciertos como los entendemos nosotros no existían, la música está completamente descontextualizada, por eso al principio trataba de hacer recreaciones en los espacios donde se había interpretado esa música. Decidí tomarme la licencia de aportar mi punto creativo al igual que se la tomaría el maestro de capilla porque le apetecía crear o debido a las necesidades.
Por otra parte, creo que las distintas disciplinas artísticas miramos muy hacia lo nuestro, y me parece que deberíamos estar más comunicados, porque así era en su momento; los primeros teatros con música integraban todas las artes. Pensando en salirme del guion y hacer lo que me apetece, decidí embarcarme en el proyecto ‘Quien amores tiene’, que mezclaba teatro y música, y quedó muy bonito.
¿Cómo cambia hacer un proyecto musical, en el que tú llevas la dirección, y otro en el que tienes que compartir espacio con la dirección escénica?
Es maravilloso porque me busco unos compañeros estupendos. De momento estoy trabajando con Ignacio García para las producciones de teatro clásico y con Allex Aguilera para las cercanas a la ópera. Son dos personas increíbles, dos profesionales maravillosos, respetuosos y con formación musical. Todos los proyectos los hemos empezado juntos desde cero.
En el caso de ‘Endimión y la luna’, con Ignacio García, la idea surgió por casualidad. Yo estaba buscando otra cosa en el Archivo de San Miguel de los Reyes de Valencia y cayó en mis manos una fábula que me pedía ponerle música; me enamoré del texto, dejé lo que estaba haciendo, y se lo mandé a Nacho, que también se quedó encantado y empezamos a trabajar.
A Allex Aguilera lo conocí porque estaba trabajando en Les Arts y enseguida tuvimos mucho feeling artístico; quedamos en que teníamos que trabajar juntos. En estos años yo he establecido una relación muy especial con Antonio Caldara, que cada vez me atrapa más, y cuando descubrí el manuscrito del oratorio Muerte y sepultura de Cristo me enganché. Aprovechando que se había estrenado en marzo de 1724, hicimos coincidir su recuperación con el 300 aniversario. A Allex le encantó la idea y nos atrevimos un poquito más, ya que me sorprendía que, siendo la muerte y sepultura de Cristo, este no estuviera presente en los personajes. Queríamos incluir la danza para reforzar esa parte espiritual, y Allex ató todos los cabos para que Cristo se hiciera presente.
Para ti es muy importante que haya sinergias entre las personas que forman el equipo, ¿dirías que es un sello distintivo de Harmonia del Parnàs?
Sí, no se puede crear arte bonito y elegante si cuando miras a un compañero no sientes complicidad artística. Una compañera del grupo, la soprano Mariví Blasco, me dijo una frase muy bonita hace años y se me quedó grabada: ‘Harmonia del Parnàs es más que la suma de las partes’. La magia que se produce en el grupo hace que todo se multiplique y el público lo capta. Tengo un núcleo duro muy estable, muy fiel a nivel de proyecto artístico, y va creciendo.
¿Vais a seguir haciendo trabajos escénicos?
Sí, aunque también continuaremos la línea tradicional de concierto. Esto ha sido todo un descubrimiento, es muy bonito, muy divertido y conlleva muchísimo trabajo. Son proyectos que te tocan el corazón, como ‘Endimión y la luna’; la música ya lo hace, pero si la refuerzas con una historia y con la pasión que le pone nuestro protagonista, el actor Ángel Figols, te llena tanto… Estamos todos locos por repetir la función, nos encanta disfrutar de los otros mientras estamos sobre el escenario. Para que funcione el grupo tiene que haber admiración y respeto entre los integrantes, es la clave. Con los años he logrado tener un equipo en el que nos admiramos mucho a nivel artístico y personal.
Haces hincapié en que tu forma de abordar la recuperación tiene un trasfondo musicológico. ¿Cómo te enfrentas a un nuevo programa?
Lo primero es intentar ir a la fuente porque, aunque hoy en día hay muchas ediciones, estas condicionan la interpretación, ya que entre el manuscrito y la edición hay un recorrido muy grande. Muchas veces me gusta que los intérpretes también trabajen con los manuscritos para que no se condicionen. A partir de ahí hay que estudiar dónde se interpretaba esa obra para saber con qué plantilla contaban. Por ejemplo, al montar Los elementos de Antonio Literes incluimos un coro, y creo que es la primera vez que se ha hecho, aunque en el manuscrito está clarísimo que lo había. Una vez tienes toda esta información puedes hacer el proyecto que quieras, pero sin engañar, explicándoselo al público en las notas al programa. A mí me gusta contar las cosas, al igual que ha sucedido con el oratorio de Caldara, en el que hemos introducido algún elemento que no estaba en el manuscrito, como el bailarín, pero lo hemos explicado.
En estos años has realizado muchísimo trabajo con cantantes, ¿cuál es tu relación con la voz?
La voz es un elemento inherente de este tipo de repertorio, sobre todo en el caso del repertorio español. Soy una gran amante de la voz y me parece fundamental trabajarla para llevar los afectos al público. Empecé muy joven dirigiendo coros, antes de tener la titulación. Participé en varios concursos y, al poco tiempo, me llamó el coro profesional Ciudad de Valencia, que hacía todas las zarzuelas del Teatro Olympia. Aprendí muchísimo repertorio, aunque también intentaba introducir las obras que yo quería hacer. He sabido pedirle a la voz cosas que podía darme, tengo una visión muy particular del fraseo y la dicción, y creo que lo que más me caracteriza es que sé entender muy bien el instrumento de cada persona y darle el repertorio que va a optimizar. Capto muy bien las características vocales y la potencialidad de cada persona.
Este verano has realizado dos cursos de formación con cantantes, aunque ya habías impartido clases magistrales. ¿Te gustaría dedicarte más intensamente a ello?
El hecho de impartir unos cursos más extensos y con cantantes de cierto nivel, como este verano, te permite ofrecer un concierto final y montar repertorio. Ha sido el caso del Curso del Festival Internacional de Música Antigua Patrimonio Sonoro, donde he estado muy a gusto con el alumnado y los compañeros. Pero después de visitar tantas veces Argentina, pisar el Teatro Colón para impartir un curso en su taller de ópera ha sido para mí un reconocimiento. Poder interpretar música española, darla a conocer y que la acojan con el entusiasmo que lo hacen es muy gratificante. Creo que se repetirá.
Tu relación con la voz también se pone de manifiesto en el Concurso Internacional de Canto ‘Martín i Soler’, del que eres fundadora.
No fue una idea mía, sino que me contactó el que era en aquel momento el concejal de Cultura de Polinyà del Xúquer, ya que habíamos aprobado las oposiciones juntos —soy funcionaria de carrera—. El Concurso ha tomado una dimensión internacional muy interesante; me ocupo de que vengan muchos programadores internacionales para escuchar a los participantes y que de ahí puedan surgir oportunidades, independientemente de quién gane. Esto me ilusiona mucho y en ocasiones me quedo con algunos músicos, como la ganadora de la primera edición, Belén Roig, que lleva conmigo varios años. Es bonito dar oportunidades a la gente joven.
Comienza la temporada 2024-25, ¿qué proyectos tenéis entre manos?
Comenzaremos en la Catedral de Valencia con un programa de recuperación de música de su capilla con el coro de la propia catedral. Esto es una muestra del concepto del que hablábamos antes: no ofrecer el concierto en un auditorio, sino en el espacio para el que fueron concebidas las obras. Tenemos una gira por México, repetimos después de habernos presentado en el Festival Internacional Cervantino, y visitaremos Ciudad de México para ofrecer un programa español de ópera y zarzuela con autores como José de Nebra, Sebastián Durón, Antonio Literes, etc. Es un programa que disfrutamos mucho y llevamos a Cuba el año pasado gracias al Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM). También lo llevaremos a Castellón y a Jerez en marzo. Por supuesto seguiremos con ‘Endimión y la luna’.
En 2025 habrá dos grandes sorpresas. A lo largo de estos años hemos conocido a muchas agrupaciones e intérpretes en nuestros viajes y con algunos de ellos nos apetece abordar algún trabajo en común. Con uno de esos ensembles haremos un programa instrumental con un gran solista, que tendrá una parte importante de creatividad, una mezcla de lo antiguo con ideas nuevas, aunque de momento no puedo contar más. Después del verano de 2025 presentaremos un proyecto que sí incluye voz y será un bombazo.
¿Te queda tiempo para algo que no sea la música?
Soy madre, lo que ocupa mucho de mi tiempo, e intento cuidarme un poquito, creo que es una obligación estar sanos por fuera y por dentro para este trabajo. Pero si un domingo tengo tiempo y no tengo nada que hacer, me pongo a tocar el piano [risas].
Si no te hubieses dedicado a la música, ¿qué profesión habrías elegido?
Hubiese sido cocinera, estudiándolo todo muy bien. No descarto algún día abrir mi propio restaurante con música. También me gustan mucho los vinos.
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